domingo, 25 de abril de 2010

Bares swinger: sexo con otros

Copas, licor, cuerpos desnudos; mucho sexo poca infidelidad y una confianza absoluta; un ambiente de noche, libertades y movimientos eróticos que se mezclan con la acción y los estímulos comunes del hombre. Donde la sinceridad se expone en el cuerpo cuando es llevado a un estado máximo de excitación y todo es natural y producto de un deseo saciado y tal vez de una fantasía cumplida.

Un espacio amplio que se reduce con las parejas concentradas en el lugar; el ambiente, la música, la pasión, hacen que todo se concentre en un mismo ángulo, que todos piensen similar y se olviden del resto del mundo, sigan el ritmo que la noche les ofrece y lleguen donde desde un principio querían llegar.

El compartir es el principal reto que se debe superar, llegar con la mente abierta es tal vez una solución, de lo contrario será difícil lograr el objetivo, o por lo menos acertar que se está en el lugar apropiado.

Los bares swinger y la comunidad en general son esos espacios para disfrutar de la pareja y cumplir las fantasías que despierta la actividad sexual y se cumplen cuando se decide y se busca la mejor forma de hacerla real.

Una comunidad que se vuelve común como el que decide ir todos los fines de semana a bailar a una discoteca, pero que al mismo tiempo se vuelve curioso para el que por primera vez se enfrena a una experiencia como estas, pero que después de estar en el ambiente se dan cuenta que nada tiene que ver con la vida que están acostumbrados a llevar.

Movimientos lentos, canciones suaves, espacios íntimos, pero compartidos; figuras desnudas que se pasean por los pasillos, tan normal como lo es en sí mismo el cuerpo humano, pero que muchos ponen tabús y esconden sus deseos para tal vez seguir con las costumbres que por años son impuestas por una sociedad conservadora.

La incomodidad podría aparecer al inicio de la noche por las miradas que se observan, los besos apasionados que las parejas disfrutan y por los cuerpos ligeros de ropa que caminan por la pista de baile y las zonas húmedas del bar.
El poder disfrutar en un espacio libre la intimidad con otros, es tal vez un beneficio para la comunidad swinger, algo que otros espacios no ofrecen, es por ello que todo lo que sucede allí es normal y las parejas se sienten más en confianza, muchas prefieren ir a los swinger, porque poco les da pena expresarse como no lo harían en algún otro lugar, y allí pueden tener la opción de enriquecer su vida sexual y compartirla con otros.

lunes, 19 de abril de 2010

Jugando a recordar la infancia


Llegar de estudiar, quince minutos para el algo y correr a la calle a buscar con quien jugar; la calle llena de niños con sus juguetes nuevos todavía, después de la llegada del niño Dios.

Un ambiente de alegría, el barrio rodeado de risas, canciones, gritos y frases infantiles que se pasean de un lado a otro con la sabiduría que tienen los niños y las caras de algunos adultos cuando los sorprenden.

Correr y perseguir el juego era lo común en esos tiempos de infancia; ahora lo común es no tener que salir casi de casa, porque todo está en la tecnología. Las máquinas remplazan los amigos y hasta las peleas con la mamá por estar en el barrio hasta altas horas de la noche.

Pocas muñecas y juegos de cocina, lo que abundaba era balones de plástico, que se caían a las terrazas de los vecinos; buscar una excusa para que lo devolviera; o muchas veces no se corría con la misma suerte y un vidrio roto quedaba al lanzar un brusco movimiento poco calculador, con el único objetivo de ganarle al otro, porque perder en la infancia no era divertido.

Un pueblo y un barrio, pequeños pero llenos de niños, madres dedicadas al hogar y personajes que son importantes para un chico: los dueños de las tiendas o un don Juan, el que atendía El Parque Infantil del El Vergel, con su nombre grande rodeaba la puerta colorida y curva que daba la bienvenida a la diversión. La entrada se cobraba cincuenta pesos, después cien; pero años más adelante por mucho tiempo, la Alcaldía no permitió que se cobrara más, la razón según ellos, era por ser un espacio libre y por no tener un propietario como tal; sólo don Juan con su gorra pequeña gris o verde, una ruana para el frio, unos zapatos desgastados; y un caminado lento por la edad ya avanzada que tenía. Él era el que se preocupaba por administrarlo.

Tenerlo como amigo era una ventaja, porque algunos dulces fiados de la tienda se sacaban si se le tenía confianza.

Su tiendita dentro del parque, hecha de latas de colores de la bandera de Colombia, igual que todo el parque. Adentro el mecato, lo que más se compraba eran esas ´crispetas´ en bloque de colores, muy dulces; papitas en empaque transparente, que aún se consiguen en algunas tiendas de barrio; bombones de coco, o ´tumba muelas´, casi nunca se terminaba uno completo; se desiste después detener la mandíbula cansada de masticar.

En la casa de doña Mariela, al frente del parque vendían helados, eran caseros y poder disfrutar uno era un lujo, casi siempre se hacía después de jugar por varias horas, porque de lo contrario de nuevo había que pagar la entrada. Ahora lo administra ella, siempre lo quiso así; es una mujer que tiene varias propiedades cerca, claro que ya el parque no es ninguna renta.

El parque estaba rodeado de árboles y una quebrada; niño que vivía en El Vergel estuvo un día por accidente o por diversión, en el agua sucia de la cuenca. Ahora poca posibilidad existe de caer en ella, porque fue canalizada y rodeada de jardín.

Fue importante que le hicieran algunos cambios debido a las inundaciones que con frecuencia se producían por las fuertes lluvias; los únicos que disfrutaban cuando el agua subía su nivel, eran los niños, las madres por el contrario eran intranquilas observando cada movimiento, más si se vivía en un primer piso.

En las noches cuando ya se tenía edad suficiente se corría más, todos los amigos del barrio reunidos para jugar Stop, policías y ladrones; siempre era mejor ser ladrón, porque perseguir a otro era agotador y más si se trataba de un hombre, como suele pasar, tienen más fuerza que la niñas y era casi imposible lograr llevarlos al lugar donde los otros compañeros después lo rescatarían.

Llegar a la casa a comer y a dormir, entre más cansado se estaba más rico se dormía.

Hoy jugar y correr no es lo mismo, los amigos todos trabajan o estudian y ya no viven en el barrio; ahora los nuevos niños que juegan en las calles, lo hacen sábados y domingos, porque entre semana primero son las tareas del colegio y como son tantas ahora, poco tiempo queda para compartir con los vecinos.

El parque era inmenso en esos tiempos, ahora la maleza ocupa esas estrechas callecitas, que servían de autopista para las bicicletas; es entonces cuando se hace evidente el mundo que tienen los niños; en su entorno todo es grande pero sólo se compara cuando los años pasan y se observa ese pequeño imaginario que ahora es una realidad pasada.